¡Helloooo, soy Joss!

Comunicadora, estratega digital y creadora de marcas personales con intención.

Acompaño a emprendedorxs, profesionales y creadorxs a visibilizar su trabajo en el mundo digital, a tener una marca con estructura, mensaje claro y estrategia real para que puedan vivir de lo que son.

He contado historias desde antes de saber que eso era un talento.

Primero jugando con libretos improvisados en la sala de mi casa (sí, quería ser actriz y hasta me grababa a escondidas fingiendo ser Yuya porque no sabía cómo, pero quería estar en YouTube — JAJA), luego aprendiendo a estructurar textos para medios de comunicación, después haciendo entrevistas, creando campañas, contenidos… y hoy estoy aquí, guiando a marcas reales a contar su historia con intención.
Y así, al inicio, sin darme cuenta, contar historias ha sido mi forma de vivir, de sostener, de impulsar a otros.
Ese fue siempre mi propósito, incluso cuando aún no lo llamaba así.

Estudié comunicación y periodismo, y sin saberlo, la mezcla de habilidades que desarrollé en mi carrera me estaba enseñando que mi voz iba a ser mi mejor herramienta.
Mi primer trabajo fue en un call center vendiendo (lo detestaba, pero también fue otro gran maestro). Después trabajé en medios de comunicación, produje ideas en una radio digital que también funcionaba como agencia de publicidad, donde se manejaban cuentas en social media cuando el marketing digital todavía no era el boom (te hablo de hace 10 años).

Cuando nadie apostaba por las redes sociales en lo comercial, yo ya estaba ahí: escribiendo, creando estrategias, lanzando campañas que vendían.

Fui la primera persona de comunicación que contrataron en una reconocida empresa reatail de Ecuador para manejar sus redes sociales. Con formación autodidacta y viendo mil cursos, empecé a dar resultados.

Aunque el trabajo era entretenido, me di cuenta de que no me gustaba vestir uniforme, trabajar con horarios fijos ni esperar al fin de semana para sentir que empezaba mi vida.
Pero claro… estaba en mis 20’s. Me lo cuestionaba, pero lo dejaba pasar.

Eso sí: aunque tenía trabajos fijos, siempre freelanceaba sin parar.
Grababa videos, dirigía campañas, enseñaba, manejaba ads, redactaba copies… hasta dirigí una campaña digital de comunicación política para un candidato a presidente en mi país (Ecuador) que me dejó claro —con una sola experiencia— que ese no era mi lugar.

La culpa por haber estudiado periodismo y no ejercer me hacía dudar de si estaba en “el camino correcto”.

Así que apliqué a un trabajo en uno de los noticieros más conocidos de mi país.
Menos de un mes me bastó: despertarme a las 2:30 a.m., entrar a las 4am, y llenar mi cabeza de noticias pesadas antes de que saliera el sol… uy, no, me di cuenta de que no era para mí.
No lo entendí en ese momento, pero lo entendí después: era mi sistema nervioso gritándome que eso no era vida.

Empecé a trabajar en otra agencia digital hasta que llegó la pandemia. Renuncié y, otra vez, volví a trabajar por mi cuenta. Ya sabes: crisis existencial global + cuarentena = “¿Qué carajos estoy haciendo con mi vida?”

Pero entonces apareció una propuesta laboral ideal. Corrí hacia ella dejando lo mío a un lado porque pensé que me daría la validación que no sentía. (Ah sí, porque la señorita creía que toda su experiencia y resultados acumulados no bastaban si no tenía un título en marketing. ¡JA!)

Entré con tantas ganas de crecer… y salí destruida.
Ese “sueño” terminó con visitas al psiquiatra, antidepresivos, pastillas para dormir y un vacío que no se lo deseo a nadie. Toqué fondo de verdad.

Tuve una jefa que gritaba para hacerse respetar y cuyo deporte favorito era minimizarte. Y sin embargo, le agradezco tanto. Porque gracias a esa experiencia sé exactamente en el tipo de persona que jamás quisiera convertirme.

Todo esto me hizo entender que: Nadie tiene derecho a bajarte el volumen cuando tienes algo que decir. Nadie tiene el derecho de apagarte y hacerte chiquita. NADIE.

Y yo tengo mucho que decir.
Y más aún: mucho que enseñar.

Durante más de 10 años trabajé para los sueños de otros mientras posponía los míos por miedo a no estar “lista”.

Aunque otros validaban mis resultados, yo dudaba. Pensaba que era suerte. Que necesitaba más experiencia, más títulos, más cursos, más algo.

Y sí, también fui la que decidió migrar para hacer un máster en Dirección comercial y Marketing Digital porque más allá de aprobar con un título mi experiencia marketera, quería adentrarme en el mundo de los números y negocios.
No porque no supiera, sino porque durante mucho tiempo creí que sin diplomas, mi valor profesional era nulo.
Cuando en realidad ya había manejado más marcas de las que podía contar, generando resultados reales.
Lo que me faltaba no era conocimiento ni más títulos: era confianza, seguridad, conocerme, trabajar en mí y hacerle frente a mis sombras.

Después de años de aprendizaje continuo e invertir miles de dólares en mentorías, programas y acompañamientos de calidad, tomé una decisión: No me voy a guardar nada.

Quiero compartir todo lo que he aprendido, todo lo que me ha funcionado y hasta lo que no, todo lo que puede ayudarte a ti a construir una marca con estrategia y con alma.

Hoy lo tengo claro: Mi propósito es ayudar a otras personas a construir marcas personales con intención, sin disfraces, sin fórmulas vacías, sin perderse en el ruido, a desarrollar marcas rentables.
Porque sé lo que es entregarlo todo a otros y olvidarte de ti.

Sé lo que es querer mostrarte, aportar, pero que te gane el miedo o la duda. 
Y también sé lo que es encontrar tu voz — y elegir usarla.

Jossvillon no es solo una marca

Es una guía para quienes saben que tienen algo que decir, pero no saben por dónde empezar.
Es un espacio para ordenar ideas, construir estrategia con alma, crear contenido con sentido y atreverse a vivir de lo que son.
¿Perfecta? Puuff, ni cerquita.
 
Mi cabeza va tan rápido que a veces salto de leer a pintar, de escribir a soñar con recorrer el mundo cuidando perritos o recogiendo fresas.
 
Porque la creatividad y la manera de mostrar tu talento está en todo.
Está en una conversación, en un date contigo mismx, en un lugar común que, si lo miras con otros ojos, te revela una verdad que vale la pena compartir.
Por ejemplo, he ido un par de veces a cafetería que queda por mi piso, que se ve divina por fuera, pero no tiene menú, y pienso: así se siente una marca sin estructura.
Bonita, sí. Pero confusa.
Y una marca confusa no vende, ni genera confianza. Te deja con dudas. Y la gente, simplemente se va.
Construir la vida que quiero me ha roto y me ha armado mil veces.
Y lo volvería a hacer.
 
Porque cuanto más me conozco, más claro tengo que una marca personal puede ser el vehículo para llevarme a la vida que sueño y esto, para ti también es posible.
¡Bienvenidx a esta aventura!
 
Este es tu punto de partida si estás listx para dejar de esconderte.
El plan es uno solo: crecer, mostrarse, equivocarse, aprender, dejar huella y lanzarse sin miedo.